martes, 3 de noviembre de 2009

Para quienes los abrieron


Como va de cuartos trasteros y armarios, escribo este para quienes los abrieron. Porque en el Puerto había unos cajones especiales. Uno en concreto por el que pasaban los años, pero siempre estaba igual. Y al abrirlo olía a Raid antimosquitos en pastilla. Y había también una baraja de cartas, y cleenex; y esos juegos con imán que una vez nos regalaron con los yogures; y además las aspirinas, y algún boli, y una cinta de celo... Y en la puerta de abajo, a la izquierda, la vajilla; muy fina, brillante, con esas flores medio naranjas y marrones; y los tazones de desayuno que sólo verlos te entraban ganas de sentarte a la mesa, porque sabían a vacaciones, a paseos por la playa, a olor a café caliente y al sonido de la tostadora que encendía mamá antes de que nos levantáramos. También estaban las servilletas de papel, en un servilletero rojo, metálico, "porque en verano estamos de vacaciones y así hay menos que lavar". Y a la derecha, en el armario, muy a la derecha, más allá de El Quijote y Quo Vadis, el armario mini-bar, con la botellita que le regalaron a Miriam en las bodegas Osborne, y que, de tan pequeña, daba pena empezarla, así que nunca se abría. Y encima, en la repisa, junto a los libros, unos personajes de escayola, y dos barquitas que habían hecho las veces de plato de helado en un restaurante, y que nos gustaron... Pero además, había también otro; el armario que sí cambiaba. Ese de la entrada. Y la mayor emoción de las vacaciones era abrir la puerta para investigar si, en nuestra ausencia, desde las pasadas vacaciones, los primos habían dejado olvidado algún nuevo tesoro: un cubo y una pala, unas raquetas de playa, gafas de bucear... O el balón blanco con letras rojas de "La Perla" que duró y duró hasta que un día los perdimos en el mar. Y aunque ese armario era interesante de investigar, cuando llegábamos a pasar las vacaciones, con un año más encima, solíamos abrir el primer cajón; ese donde parecía que parecía que siempre era ayer.

4 comentarios:

Alberto dijo...

...Y los pinchos para coger "navajas" en la playa ¿qué?.

¡¡¡Qué tiempos aquellos!!!, que lástima que se vendiera.

Aúnque la verdad, últimamente iba poca gente. Sólo eran gastos.

Besitos cariño.

javi freire dijo...

VIVA EL PUERTO...

Chus Freire Salinas dijo...

Viva! Y viva el futuro abuelo! Sí que lo pasábamos bien, verdad? Habrá que mandárselo a la tía

Olimpia Salinas Palou dijo...

Que apartamento tan familiar y acogedor, que buenos tiempos pasamos en él, fué la mejor compra que he hecho en mi vida,pues trae recuerdos inolvidables.

Un besote muy fuerte