sábado, 19 de abril de 2008

¿Por qué escribo?


Siempre he pensado que escribir es como pintar. El pintor se sienta ante el universo y trata de plasmarlo. Al principio no hay nada, luego una idea, un proyecto. Pequeñas pinceladas van forjando una realidad cada vez más pura, hasta el punto de que no se sabe qué es más real, el mundo o su representación.
Yo escribo porque no sé pintar. Escribo porque es una manera de crear, de participar de este universo que nos rodea. Escribir es tropezar con lo escondido, con los matices que encierra la realidad. Quien escribe choca con situaciones insospechadas. Escribir es vivir, es conocer lugares lejanos. Es una forma barata de viajar. Escribiendo he conocido amigos, he recorrido países exóticos, he visitado ruinas de bellas ciudades.
Pero eso no es todo. Escribir también es rememorar momentos olvidados, es revivir lo que no queremos perder, es parar el tiempo en el momento trascendente; es compartir aquellos sentimientos que la voz sola no puede expresar.


TÚ... ¿POR QUÉ ESCRIBES?

jueves, 10 de abril de 2008

UN PADRE


El miércoles pasaba la tarde con una amiga enferma de gripe. Había amanecido con mucha fiebre, pero a esas horas ya se encontraba mejor y estaba harta de dormir. Le leí una novela un rato. Luego se cansó del libro, cerró los ojos, cruzó los brazos y con una voz lúgubre dijo:

— ¿Qué tal cara tendría de muerto?—y estalló en una carcajada.

Yo también me reí, porque estaba muy graciosa, y con pinta de muerto bastante sano.

—Mi padre, cuando le quedaba un mes de vida, ensayaba posturas para el velatorio— dijo. —Ya no se podía levantar de la cama y cuando se aburría, ponía la cara muy seria, cerraba los ojos y le preguntaba a mi madre si le parecía que estaba guapo para el velatorio. Mi madre le decía que no fuera bruto y se dejara de tonterías —continuó.

Seguimos la conversación, ahora con un tono algo más serio. Hablamos de su padre; siempre habla de su padre. Le quería mucho y no le da miedo hablar de él. A mí tampoco. Con algunas personas hay que andarse con tacto para hablar de los muertos, pero con ella no. Hablamos y hablamos. En un momento de la conversación dijo:

— ¿Sabes? En la vida no se puede decir que se tienen problemas hasta que se te muere un padre. Cualquier problema es nada a su lado.

Esta historia me vino a la cabeza ayer cuando iba a Tráfico a por unos papeles. Llovía sin parar. El viento me arrancó el paraguas y mi autobús se retrasó media hora por la tormenta. Cuando llegó me monté, pero entre el vaho de los cristales que no me dejaba ver y una conversación que me despistó, se me pasó la parada. Nada, que me bajé, crucé la calle, fui a la parada del otro lado, ¡y otra media hora de espera! Total que, para cuando llegué, habían cerrado y me volví a casa dos horas más tarde, sin papeles y con un resfriado.

Al abrir la puerta me recibieron unas palabras: “¿Pero dónde te habías metido!” Y ya estaba a punto de echar fuego por los ojos cuando pensé: “Calma, que todavía tienes padre”. Y sonreí.


viernes, 4 de abril de 2008

SEVILLA



Dí qué tienes tú, Sevilla,

origen de ilusiones

jardín de inspiraciones

ciudad de fantasía

¿Será tu cielo brillante?

¿tus callejas y tus patios,

el olor de tus naranjos,

la alegría de tus calles?

Ciudad madre de ciudades;

cuna de las hermandades,

de corridas y cantares;

de saetas y azahares.

Hoy ando por tus rincones,

Barrio de Santa Cruz,

patios colmados de luz

de flor llenos tus balcones.

Madre mía, Macarena;

mi Señor del Gran Poder;

costaleros, nazarenos,

incienso, jazmín y clavel.

Tú eres blanca sensación

Sevilla de mis amores,

ciudad de inspiraciones,

ladrona de mi corazón.

Chus