lunes, 20 de julio de 2009

Marcos




Marcos mide algo más de medio metro, y ha aprendido a andar hace poco, a juzgar por el modo descalabrado en que lo hace.



Hasta hoy no conocía a Marcos; me lo he cruzado esta mañana. Iba andando por la calle: un niño jugueteaba con unas flores en un jardincillo; unos metros por delante, la madre y el abuelo. Hablaban con interés, sin quitar la vista del niño. A ratos le gritaban: "Marcos, ven con mamá". Y Marcos, ni caso. Entonces, me he acercado al niño y en cuclillas, a su altura, le he dicho: "Marcos, ven, que te llevo con mamá". En seguida, con ojillos confiados, ha extendido su manita y hemos andado hasta donde le esperaban. La madre y el abuelo, agradecidos. Me he despedido del niño con un beso y, de repente, Marcos me ha apretado fuerte, fuerte la mano, me ha mirado a los ojos y se ha puesto a llorar. Su madre miraba, entre divertida y sorprendida; aunque a decir verdad, también algo celosa. Me he despedido haciendo fuerzas para separarme de su mano.Porque esa persona tan pequeña hoy me ha hecho sentir muy grande.

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