domingo, 23 de noviembre de 2008

PÉRDIDA



Aprendí a huir tu mirada esquiva del sentimiento.
Con mi sonrisa altiva el dolor disimulaba.

Pensé que no me seguías, que mi amistad rechazabas;
No acerté a interpretar tus ojos que me buscaban.

Dolor y olvido, mezclados, en tus ojos entreví;
sin querer los confundí con apática desgana.

Pensé llegado el final de la amistad que me ataba.
Nuestras almas olvidaron que ambas se necesitaban.

Terrible omisión la mía que no supo adelantarse
y suavizar tu amargor antes de que te ahogase.

Pero llegamos a tiempo de salvar lo mas hermoso;
ese regalo sagrado: la amistad, don y tesoro.


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